La historia de Milán se remonta hasta antes de Cristo, teniendo una longeva y variada existencia. Sorprendentemente, y a diferencia de otras grandes ciudades de Italia, Milán no fue fundada por los romanos. Sin embargo, es cuando estos la toman, en el 222 a.C. cuando comienza verdaderamente su crecimiento. Milán pasaría por manos españolas, germánicas, austríacas y francesas entre otras. Albergando a grandes personajes como Leonardo da Vinci hasta convertirse en el centro económico de Italia y en la capital mundial de la moda.
Mediolanum: inicia la historia de Milán
Milán fue fundada en el 400 a.C. por los celtas, que la ocuparon beneficiándose de su estratégica situación hasta que el crecimiento imparable de Roma llegó a sus puertas.
Los romanos conquistaron la ciudad celta en el 222 a.C. cambiando así radicalmente la historia de Milán. Roma convirtió a Milán en un importante punto de conexión con sus territorios del medio de Italia y la capital. Así como una referencia en el control a los galos y germanos, siempre amenazantes desde el norte.
Los romanos llamarón a esta joven Milán ‘Mediolanum’. Un nombre que significa ‘tierra de en medio’. Pues su situación geográfica es en medio de Alpes y Apeninos. Un nombre práctico y bastante descriptivo de Milán.
Edicto de Milán: punto y a parte en la historia
Con una Roma ya en declive, Milán llegó a ser en alguna ocasión capital del Imperio Romano. Y, con el imperio ya dividido, lo fue del Imperio de Occidente.
Sin embargo, en medio de esa caída anunciada, Roma vivió un resurgir con el emperador Constantino. Quien volvió a unir Roma bajo un solo emperador devolviéndole parte de su grandeza.
Sería Constantino el responsable de la celebración de uno de los actos más influyentes de la historia, y lo hizo en Milán. En el 313, el emperador proclamó el Edicto de Milán, que hacía del cristianismo la religión oficial del Imperio.
Caída del imperio y un continuo cambio de manos
Con la caída del Imperio Romano, cuya capital estaba en Rávena, Milán fue una de las primeras en caer. En el 450 sufrió un golpe terrible con el saqueo por parte de los hunos.
A partir de ahí, Milán viviría unos siglos de lucha, cambiando de un poder a otro, entre guerras y ambiciones de los reinos vecinos. Los primeros en ocuparla fueron los ostrogodos.
El Imperio Bizantino, en una de sus intentonas por recuperar tierras del Imperio de Occidente, consiguió reconquistar Milán para una Roma que ya no existía ni volvería a hacerlo como se había conocido.
El emperador bizantino intentar reconstruir una ciudad parcialmente en ruinas y devolverle su fuerza. Pero no tuvo ni tiempo ni capacidad, pues pronto los lombardos llegaron para tomarla.
Y sufrieron la misma suerte, pues el imperio Sacro Germánico se expandía por la Europa Occidental y a su llegada a Milán no pudieron pararlo. Carlomagno conquistaba Milán en el 776.
Los Visconti, los Sforza y el Renacimiento
Desde la conquista de Carlomagno, Milán consiguió tener periodos de estabilidad más largos, aunque acabaron siendo interrumpidos siempre por conflictos y sucesiones.
La historia de Milán no conocería una verdadera tranquilidad y crecimiento hasta que el poder de la ciudad recayó sobre la familia Visconti, en el 1277.
Bajo el comando de la familia, durante dos siglos, Milán recuperó su fuerza de antaño, prosperando e incluso mejorando su tamaño y poder original. Sería precisamente uno de los Visconti quien iniciaría la construcción de la Catedral de Milán, que se convirtió en el símbolo y orgullo de la ciudad.
A los Visconti le sucedieron los Sforza, con quienes Milán conocería su máximo esplendor hasta el momento. Los Sforza coinciden en tiempo con el Renacimiento en Italia. Y no sólo coinciden en tiempo sino también en interés. Sus líderes, en gran parte, son apasionados del arte y la cultura y quieren dotar a Milán de éstas todo lo que puedan. Convirtiendo así Milán en una potencia económica y cultural
Historia de Milán: llegan los grandes artistas
En el 1450, Francisco Sforza comienza la reconstrucción del Castillo Sforzesco para convertirlo en el increíble monumento que es hoy. Y lo hace a partir del anterior edificio allí situado y construido por sus predecesores, los Visconti.
El Castillo Sforzesco pasaría a ser la residencia de los duques de Milán, la familia Sforza, así como el centro administrativo del ducado. Un edificio a la altura de la nueva Milán y del poder de la familia.
Poco más tarde llegaría al poder Ludovico Sforza, crucial en la historia de Milán por su papel y talento como mecenas. Es Ludovico el que trae a Leonardo da Vinci a Milán y le encarga la pintura de La Última Cena en el convento de Santa María delle Grazie.
Es también Ludovico el que pone a Bramante, otro genio del Renacimiento, al servicio de Milán para seguir enriqueciéndola. Junto con Leonardo, cuyo encargo de la Última Cena era uno de los muchos que tenía del duque. Da Vinci llegó incluso a ser llamado a reuniones de los trabajos en la Catedral de Milán para aportar consejo e ideas.
España, Austria y la llegada de Napoleón
Con la caída de los Sforza, Milán pasa a ser dominio de los españoles, quienes la mantendrán durante casi dos siglos. Posteriormente, por un corto periodo de tiempo, de los españoles pasa a los austrias.
Hasta que, a inicios del siglo XIX, Napoleón toma Italia y con ello se apodera también de Milán. El papel de Napoleón en la historia de Milán dejó luces y sombras. Pues el francés, en su toma del territorio italiano utilizó el convento de Santa Maria delle Grazie como cuartel, donde sus tropas realizaban prácticas de tiro contra La Última Cena de Leonardo da Vinci.
Por otro lado, Napoleón contribuyó enormemente a la construcción de la Catedral de Milán. A su conquista, las obras de la catedral se encontraban paradas y atascadas por la dificultad económica y la escasez de materiales. El general dotó de privilegios y ayudas a los trabajadores y a la obra para darle un empujón decisivo.
El Reino de Italia y Mussolini
Poco después de la caída de Napoleón comenzó el movimiento reunificador de Italia, que se vería finalizado en el 1871. Milán sería entonces una ciudad más del nuevo Reino de Italia. Algunas décadas después estallaba la primera guerra mundial y en Milán nace un nuevo movimiento fascista liderado por Mussolini, quien tomaría el país bajo un poder dictatorial hasta el fin de la segunda guerra mundial.
Centro económico, capital de la moda
Con la caída de la dictadura, Milán dejaba atrás a otro periodo de guerras, luchas y disputas sociales. El postguerra deja un escenario próspero para que toda Italia crezca turística y económicamente.
En la industrialización, Milán se convierte pronto en el centro económico de Italia afincándose cada decenio más como tal hasta nuestros días. Donde las grandes marcas del país tienen su sede y donde funciona la Bolsa de Milán, una de las principales de Europa. Grandes compañías, hombres y mujeres de negocios acuden a Milán para realizar sus actividades y prosperar económicamente.
Además, la industria de la moda encontró en Milán a su ciudad predilecta. Giorgio Armani, Versace o Moschino son sólo unos pocos nombres surgidos en Milán. El diseño y la moda tienen su capital en Milano.
Una ciudad bella, elegante y productiva que atrae cada año a millones de turistas, de trabajadores y de emprendedores para disfrutar del mágico destino en que se ha convertido Milán a través de su historia.